ATENEOS
En 1820, siguiendo la influencia de los modelos europeos, fue creado el primer ateneo en España, el Ateneo Científico y Literario de Madrid, fundado bajo la presidencia de J. Guerrero de Torres. Dicho ateneo fue clausurado, en 1823, por el régimen absolutista de Fernando VII y refundado en 1835. En sus estatutos fundacionales se define la entidad como un centro de discusión donde pudieran ser ensayadas todas las ideas, además de un centro de enseñanza donde fueran difundidas todas las opiniones. En esa misma línea, a mediados del siglo XX, las capitales de provincia y las principales ciudades españolas solían disponer de ateneo que, a su vez, solía contar con una importante biblioteca. En 1854 se creó la Societat d'Amics de la Instrucció-que un año más tarde se llamaría Ateneu Mataroní- primer ateneo surgido en Cataluña. Posteriormente, en 1860, nacía el Ateneu Català convertido, en 1872, en el Ateneu Barcelonés. Existen otros precedentes asociativos en la misma ciudad como son la Real Acadèmia de les Bones Lletres de Barcelona, la Societat Filosòfica, la Societat Econòmica Barcelonesa d'amics del País o el Casino de Barcelona. La sociedad civil ha tenido históricamente la necesidad de participar en actividades comunes. Nuestros pueblos y ciudades han contado tempranamente con la presencia de diversos tipos de asociaciones cuya finalidad no era otra que la de canalizar las actividades culturales, fiestas, ocio, arte e incluso las actividades profesionales. Durante el período de la Ilustración los ateneos florecieron de manera especial en Francia e Inglaterra. Se trataba, sin duda, de divulgar los frutos de la razón y de la ciencia potenciando de esa manera el concepto de un ser iluminado por el conocimiento. El objetivo de los ateneos, y asociaciones similares, no era otro que el de la formación integral del individuo que se convertiría así en un ser capaz de interpretar el mundo y de adaptarse al modo de vida del nuevo modelo social. En realidad, se trata de instituciones sin demasiado poder económico pero que, en ocasiones, ofrecían una enseñanza mejor que la de los propios establecimientos oficiales. En algunos casos, sostuvieron incluso una escuela de primera enseñanza. Actualmente son pocos los ateneos españoles que siguen manteniendo actividad. Es el caso de los ateneos de Barcelona, Tarragona, Madrid, Sevilla, Valladolid, Valencia y Gijón, entre otros. Todos ellos suelen contar con las subvenciones del Ministerio de Cultura y de los gobiernos autonómicos. En 1994 se creó la Asociación de Ateneos de España. A su vez, debe destacarse la importante presencia de ateneos en Cataluña que cuenta con una federación propia. Las actividades más frecuentes llevadas a cabo por los ateneos son la organización de juegos florales, realización de ciclos de conferencias, publicaciones periódicas de revistas, almanaques o boletines, así como las lecciones o cursos en diversos ámbitos científicos: arte, literatura, historia y ciencia. Del mismo modo, la lectura y el debate, así como el teatro, la música y la enseñanza de idiomas modernos, han estado muy presentes en el seno de los ateneos. Por otra parte, y en el marco del movimiento obrero español, se crearon en su momento ateneos y escuelas obreras con el fin de proceder a una educación basada en su propia concepción de la vida en sociedad y centrada en la reivindicación. En general, los ateneos disponían de un café, una sala de teatro y contaban con diversas secciones: literatura, historia, bellas artes, ciencias sociales, ciencias naturales, comercio, agricultura e industria. En realidad, el proyecto pedagógico de cada ateneo estaba marcado por su propio origen que le proporcionaba de entrada su ideología y su papel sociocultural. Es necesario destacar la importante labor de dichos centros en favor de la educación, teniendo en cuenta la precaria situación de la enseñanza oficial en España durante el período de la creación de los principales ateneos. En las publicaciones periódicas de algunos de ellos se denunciaban las causas del retraso del sistema educativo español. Se criticaba la enseñanza basada excesivamente en la memorización mecánica de los conceptos, así como la precariedad de las instalaciones e infraestructuras escolares. También se criticaba la inestabilidad de las leyes educativas y el deficitario salario del profesorado. A menudo, se reivindicaba la escuela obligatoria, gratuita y neutra con la idea de que la formación del individuo ayudaría a prevenir los conflictos sociales. Sin duda, una verdadera inquietud pedagógica que acabaría por contribuir también a la mejora de las condiciones de la mujer al ofrecerle posibilidades formativas y profesionales. Los ateneos se esforzaban en proporcionar enseñanzas especializadas según la demanda laboral del momento. Fue en este sentido que los cursos de idiomas modernos jugaron un papel destacado. En las escuelas de los ateneos podían encontrarse, en general, clases de francés, inglés y alemán, aunque el papel de la lengua francesa era el más relevante. La influencia destacada de la cultura francesa puede constatarse claramente, por ejemplo, en los programas de actividades del Ateneu Barcelonès durante la primera mitad del siglo XX. Se organizaban a menudo conferencias relacionadas con el país vecino, dadas frecuentemente en francés. Además, la mayoría de las publicaciones que se recibían en la biblioteca del ateneo, procedentes del extranjero, entre 1872 y 1900, estaban escritas en francés. Otro dato a destacar es que el número de publicaciones periódicas procedentes de Francia recibidas en dicho ateneo durante ese periodo era mayor que el número de revistas procedentes del resto de España, si descontamos las que estaban escritas en catalán. Se trataba de tratados de economía, sociedad, filosofía y arte, así como obras literarias. Podemos deducir entonces que, en general, los usuarios conocían la lengua francesa, o al menos eran capaces de leer sin problema los textos en francés. Durante los años cincuenta del siglo XX existía una colaboración estrecha entre el Instituto Francés y el Ateneu Barcelonés. Tanto era así, que los manuales de francés utilizados en ambos centros eran los mismos. El propio Ferdinand de Lesseps, que ejerció como cónsul de Francia en Barcelona, había sido miembro del Ateneu. Así pues, los ateneos han contribuido históricamente de forma eficaz a la mejora de la enseñanza de las lenguas modernas, ofreciendo, desde el principio, cursos para su aprendizaje. No se trata solamente de la presencia de dicha enseñanza sino que, además, hay que destacar la diversidad de las lenguas propuestas y el empleo de métodos modernos. Sin embargo, los ateneos de hoy día se ven obligados a hacer frente a una nueva realidad, aislados, en cierta manera, por las variaciones históricas y sociales. Por una parte, la sociedad postindustrial ha conducido a cambios culturales importantes, por otra, la era de la comunicación de masas ha hecho tambalear los antiguos medios y, finalmente, el sistema educativo ha adquirido solidez. De esta manera, en la actualidad, los ateneos dependen en gran medida de las ayudas públicas y se han visto obligados a renunciar a una buena parte de su autonomía. En realidad, se han convertido en centros de cultura y ocio, y centros escolares complementarios. En este último caso, los cursos de idiomas siguen teniendo un papel primordial, aunque se trate sobre todo de cursos de inglés. De todos modos, el francés se mantiene como la segunda lengua extranjera enseñada en esas instituciones. Posiblemente hoy en día el papel de los ateneos consiste en ofrecer a los ciudadanos la posibilidad de una educación permanente, combinándola con una función lucrativa. También es verdad que estos centros han tenido que rivalizar con otros establecimientos públicos de idénticos objetivos y con programas sociales, como por ejemplo los de las cajas de ahorro, lo que supone una dificultad añadida para mantener su vitalidad de otras épocas.
Maria Inmaculada Rius Dalmau
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