ENSEÑANZA PRIVADA (siglo XVIII)
En el siglo XVIII no existía todavía el concepto de educación pública, obligatoria y regulada como en época contemporánea, aunque en consonancia con los ideales de la época aumentó la preocupación por ello. La enseñanza de las primeras letras corría a cargo de preceptores particulares en el caso de los hijos de la nobleza y de escuelas parroquiales o municipales para el pueblo, mientras que en la etapa siguiente, previa a la Universidad y correspondiente a la actual educación secundaria, existió una gran diversidad de centros. Hubo colegios regidos por órdenes religiosas, Reales Seminarios de Nobles, seminarios eclesiásticos y escuelas profesionales, que, dada la ausencia de una reglamentación oficial común, impartían planes de enseñanza dispares.
Diversos y escasos, esos centros no siempre incluyeron el francés en su currículum, aunque aumentó su demanda, convertido en lingua franca europea desde el siglo anterior. Como consecuencia, resultó frecuente que lo impartiesen profesores particulares de forma privada, una práctica aun más habitual en el caso de las mujeres [véase Educación de la Mujer]. Los profesores de idiomas eran en su mayoría nativos y abrían academias en su propia casa, que anunciaban en los periódicos, o acudían a casa de sus alumnos. Previamente, debían haber formalizado la correspondiente solicitud al Consejo de Castilla. La primera academia particular de idiomas la abrió en 1767 un francés oriundo de Perpiñán, que se estableció sucesivamente en Barcelona, Valencia y Cádiz (Aguilar Piñal, 1991: 92-93). La mayoría de las peticiones datan de mediados de la década de los 80 y se registraron en Madrid: en 1786 Juan Bautista Burete, natural de Dijon, pidió licencia para enseñar francés; en 1787 Juan Pedro Tellier solicitó enseñar francés según un método nuevo y abreviado, además de otras materias, y Juan Bautista Tievant ofrecía clases de traducción directa e inversa francés-castellano, primeras letras y aritmética; y en 1789 Gaspar Lebrun, de las Reales Guardias Walonas, solicitó abrir una escuela de francés, italiano y matemáticas (ibíd.: 421). El Consejo trasladaba las peticiones a la Sala de Alcaldes, que vigilaba el cumplimiento de lo planteado en contenidos y horario, el orden necesario y el estipendio que debían satisfacer los alumnos. Resultaba habitual que un mismo profesor impartiese más de un idioma, como el citado Lebrun o como Ascanio Bono, profesor de italiano del Seminario de Nobles de Madrid, que en 1786 pidió permiso para establecer una academia de ese idioma y de francés en su casa en la calle Preciados, donde pretendía atender a sus alumnos de Comercio a cuyas casas acudía y ampliar la docencia a otros nuevos. El memorial que redactó revela abundantes detalles sobre su método educativo, aparte de cuestiones organizativas (González Palencia, 1942: 419-420). En 1791, con la instauración del "cordón sanitario" por Floridablanca, se prohibió la enseñanza del francés, permitiéndose solamente las academias de italiano e inglés. A pesar de la Paz de Basilea (1795), siguió existiendo un control sobre los franceses en España, como revela la petición en 1797 de Antonio José Royer, hijo del dentista del Rey, a quien la recomendación del embajador Guillemardet a Godoy no le sirvió para abrir una Escuela para Sordomudos ni trabajar en ningún establecimiento literario, aunque se le permitió enseñar francés "particularmente como lo hacen otros" (AHN, Estado, leg. 3918, nº 28, 51). Más adelante, se aceptaron algunas peticiones como la de José Sabatier (1805), profesor de francés del Real Seminario de Nobles, para abrir una escuela privada como la que ya tenía su compañero Dionisio Pelleport (González Palencia, 1942: 426). Otras ciudades comerciales también contaron con academias privadas de idiomas. El francés Josef Le Petit, traductor de la Real Junta de Sanidad de Cádiz, pidió licencia en 1800 para abrir allí una escuela de primeras letras y de francés, inglés y alemán; en su memorial señala que su padre tuvo una academia pública de idiomas, la cual cesó por privilegio exclusivo de Juan Antonio González Cañaveras, en cuya ausencia estableció la suya Juan Copel, nacional francés (AHN, Consejos, leg. 10700).
María Dolores Gimeno Puyol
Bibl.:
- Archivo Histórico Nacional, Consejos, legajo. 10700.
- -, Estado, legajo 3918, nº 28, 51.
- -, Sala de Alcaldes, libros 1375 (año 1786, fols. 1161-1166, 1167-1189), 1376 (año 1787, t. II, fols. 805-812).
- Aguilar Piñal, Francisco (1988): "Entre la escuela y la universidad: la enseñanza secundaria en el siglo XVIII", Revista de Educación, número extraordinario, 225-243.
- - (1991): Introducción al siglo XVIII, en Ricardo de la Fuente (ed.), Historia de la Literatura Española, Valencia, Ediciones Júcar.
- González Palencia, Ángel (1948), "Notas sobre la enseñanza del francés a fines del siglo XVIII y principios del XIX", en Eruditos y libreros del siglo XVIII, Madrid, CSIC, 417-427.